viernes, 18 de noviembre de 2011

La espada: el ideal del guerrero


http://axxon.com.ar/rev/108/c-108Medieval.htm

Si por un lado la influencia del romanismo sirvió para mantener la unidad de la Europa medieval, el ideal del guerrero sirvió para mantener las identidades de cada región a salvo de intrusiones indeseables.

Tanto el Imperio Romano de Occidente como los pueblos bárbaros poseían un claro ideal que perduró con notable crudeza en la Edad Media: el ideal del guerrero.

Por un lado el Imperio Romano se había mantenido activo durante años gracias a, entre otras cosas, un aceitado sistema militar. El hombre romano había sido entrenado para la guerra.

La milicia romana era famosa por su orden y su talento. Sus directos antecesores culturales, los griegos, conservaban un alto aprecio por la labor bélica como ha quedado manifiesto en dos de sus obras más célebres: La Íliada y La Odisea. Años más tarde Roma asimilaría esta predisposición a la guerra y, al igual que sus antecesores, consideraría que una de las formas de alcanzar la gloria y la pervivencia en la historia dependería del valor en combate, como lo testimonia La Eneida de Virgilio.

Por otro lado los pueblos bárbaros, especialmente los celtas y los germanos, considerarían que el único medio para acceder a lo Sagrado sería a partir de la muerte en combate.

Ya en su Germania el historiador romano Tácito comenta la deshonra que implicaba para un germano huir del combate, en cuyo caso sería repudiado por todo el clan, incluidas las mujeres. Conocidas son las historias referidas al Valhalla o cielo germano al que sólo accedían, guiados por las valquirias —deidades femeninas guerreras—, los que habían demostrado valor en combate.

Esta idea va a ser la base del ideal guerrero tan característico de la Edad Media. Este ideal fue desarrollado y afianzado por el sistema económico reinante: el feudalismo.

La economía feudal se basaba el la protección militar del señor feudal, dueño de los campos y la tierra, hacia sus vasallos, los campesinos.

El campesino era "contratado" por el señor feudal, quien le asignaba una parcela de tierra que debía cultivar. Cuando llegaba el momento de la cosecha, el campesino debía entregarle al señor feudal un porcentaje de lo recolectado. A cambio de esto, el señor feudal le daba protección contra los ataques militares de otros señores feudales o de las tribus bárbaras.

Por lo tanto si el feudo era atacado, el señor feudal debía permitir a los campesinos refugiarse en su castillo y él debía encargarse de combatir al enemigo con su mesnada —pequeño ejército—.

Cada parte se comprometía a cumplir con lo pactado por medio de un contrato de vasallaje, cuyo contenido variaba según la zona en la que se realizaba. De más está decir que el principal perjudicado era siempre el vasallo, que debía someterse a una situación de esclavitud voluntaria ante en señor feudal que poseía, como se habrá observado anteriormente, el poder militar como para sofocar cualquier tipo de trifulcas, incluso las generadas por sus propios campesinos.

Todo el sistema feudal no hacia más que resaltar la figura del guerrero, entregándole el poder por sobre la gente de otra condición.

Existe, por lo tanto, un modo diferente al promulgado por el ideal del santo para acceder a lo Sagrado: el valor guerrero. Tanto los romanos como los bárbaros consideraban que la valentía en medio de la lucha era una forma de acercarse a Dios. De ahí que las armas tuvieran un valor tan especial dentro del ámbito medieval y que el valor guerrero fuera tan alabado y añorado como lo eran para el monje sus devociones.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Aimerico de Limoges. Publicada en Misterios y revelaciones templarias, de Alain Desgris



Señor Jesús, Cristo Santo, Padre Eterno y Dios Todopoderoso, sabio Creador, dispensador, benévolo administrador y amigo muy amado, piadoso y humilde Redentor, Salvador clemente y misericordioso, te ruego humildemente que me ilumines, me liberes y me guardes, junto con todos los hermanos del Temple y con tu pueblo cristiano, que tantos trastornos padece, ahora y en lo venidero»

(Extracto publicado por Santos Fuensanta en Facebook)

viernes, 24 de junio de 2011

Vestimenta y armadura de Los Templarios

Artículo extraído de: http://www.ordendeltemple.com/

La armadura de los Templarios, era muy ligera, comparada con las de la época, estaba orientada a conseguir una caballería ligera y una gran movilidad como infantería. La vestimenta, era muy completa y estaba preparada para soportar los rigores del frio y calor.
Aunque la vestimenta era buena, debemos tener en cuenta que no siempre era posible, que los caballeros templarios, procedentes de centro y norte de Europa, se adaptasen a las condiciones de extremo calor de los Santos Lugares, Egipto, Tánger o el Sur de la Península Ibérica.

El equipamiento templario que recibía un cabellero al profesar en la Orden consistía en:
  • 1 camisote
  • 1 calzones de hierro
  • 1 casco de hierro
  • 1 espada
  • 1 escudo
  • 1 maza turca
  • 1 lanza
  • 1 sobreveste
  • 1 chaqueta de armas
  • 3 cuchillos: daga, cuchillo para el pan y cuchillo de bolsillo
  • 1 gualdrapas
  • 2 pares de calzones
  • 1 cinturón pequeño
  • 1 chaleco con faldones por delante y detrás
  • 1 chaqueta de piel
  • 1 manto blanco de piel para las épocas de frio.
  • 1 manto de paño, para las épocas de calor.
  • ropa de cama
  • escudillas
  • calderos
  • cubiertos par el hermano y escudero
  • 1 bolsa forrajera para los caballos

sábado, 14 de mayo de 2011

La resistencia del Temple en Aragón y Cataluña

Artículo extraído de " La Ruta del Temple "

El 1 de diciembre de 1307, encontrándose el rey Jaime II en Valencia, envió órdenes a sus oficiales para que detuvieran a los templarios y los pusieran a disposición del inquisidor general Joan de Llotger. Fue precismente él quien acabó de presionar al rey Jaume II para que actuase contra los templarios; así pues, el rey tuvo siempre la coartada de que actuaba a petición del inquisidor general y no por inciativa propia.

El comendador provincial, Ximén de Lenda, se encontraba por entonces en Valencia, donde fue retenido por el rey. Automáticamente se pusieron en marcha una serie de mecanismos para no dejar a la orden sin posibilidad de actuación. Los templarios catalanes estaban reunidos en capítulo en Miravet desde finales de octubre; el lugarteniente de los templarios catalanes y comendador de Masdeu, fra Ramon de Saguàrdia fue quien asumió la difícil misión de dirigir y liderar la orden en un momento tan crítico. Miravet se convirtió en el centro neurálgico de las operaciones debido a una serie de circunstancias que se produjeron en el castillo:

  1. El comendador provincial (de la Corona de Aragón) había fijado su residencia oficial en este castillo desde finales del siglo XIII.
  2. El tesoro y archivos provinciales estaban custodiados en el castillo sede de la Corona de Aragón, el de Miravet.
  3. Su actuación estratégica sobre el río Ebro, importante vía de comunicación, y su inexpugnabilidad.
Fra Ramon de Saguàrdia se dirigió en dos cartas, conservadas actualmente, al rey Jaume II y a su mujer Blanca de Anjou, pidiéndoles que reconsiderasen la orden de detención y que liberasen al comendador provincial, Ximèn de Lenda. La respuesta del rey a Ramon de Saguàrdia del 13 de diciembre desde Alcira descarta su petición y justifica su actuación por motivos religiosos.

A principios de enero de 1308 el rey empezó una campaña de difamación contra la Orden, con lo cual esperaba incidir en la opinión de los obispos y prelados catalanes para que diesen el consentimiento eclesiástico a su actuación. El concilio celebrado en Tarragona podía haber sido un fracaso puesto que no todos creían cuanto se comentaba sobre los templarios. Pero la publicación de la bula papal Pastoralis Preeminentiae el 22 de diciembre, en la cual la Santa sede asumía la iniciativa de las acusaciones contra la Orden, hizo que el rey saliera airoso.

El 20 de enero Jaume II ordenó a Bernat Cespujades y a Guillem de Ceret que comunicasen a Ramon de Saguàrdia y a Berenguer de Sant Marçal, responsables de los castillos de Miravet y Ascó respectivamente, la determinación del rey y las citaciones del inquisidor general para su rendición, cosa que, evidentemente, no hicieron.

El 26 de enero Ramon de Saguàrdia volvió a remitir al rey una carta defendiendo la Orden y las acusaciones que pesaban sobre ella. Pero éste hizo caso omiso y el 13 de febrero ordenó a los anteriores emisarios el asedio general de Miravet.

En marzo, viendo el rey que no había tenido éxito en Miravet, envió a Pere de Vila-Rasa, doctor en leyes y juez, para convencerles de que un cambio de actitud beneficiaría su rendición; tampoco surgió efecto.

La capacidad de negociación de Ramon de Saguàrdia le condujo a proponer a Bernat Cespujades una serie de puntos para negociar una posible salida de la crisis, como, por ejemplo, la de entregarle una importante suma de dinero y enviar una persona de su confianza para que informase al Papa de la falsedad de las acusaciones contra la Orden. El 24 de abril, en una nueva carta dirigida a Jaume II, confirma la decisión por parte de los templarios de resistir el sitio.

El 29 de abril Jaume II autorizó a Guillem d'Anglesola para que se dirijiese a Miravet e intentar convencer a Ramon de Saguàrdia de su rendición (un hermano de Guillem residía en este castillo). Los resultados de la entrevista no cambiaron la actitud de los templarios.

En el mes de mayo, Jaume II envió a Pere de Queralt a Miravet para entrevistarse con el lugarteniente de los templarios catalanes. Este, junto con Fra Berenguer de Santjust (Comendador de Miravet), Fra Jaume d'Oluja (comendador de Granyena) y Fra Ramon d'Oliver (comendador de Zaragoza) le comunicaron que tan solo estaban dispuestos a obedecer lo que decía el Santo Padre, pero que, si se les acusaba de herejía, no la admitirían y que, incluso se defenderían de esta falsa acusación hasta la muerte si es necesario. El día 17 de mayo el rey conoció la desición irrevocable de los templarios.

En junio, Ramon de Canet, noble de Rosellón y sobrino de Ramon de Saguàrdia visitó a su tío en Miravet y escribió al rey explicándole que los templarios no estaban en contra de él sinó en conra de las falsas acusaciones de que eran objeto.

En julio el rey aceptó una entrevista con Jaume de Garrigans, quien actuó como delegado de Ramon de Saguàrdia. Jaume II, después de escuchar a sus consejeros, le expresó la negativa de negociar con los templarios y de admitir tan solo su rendición. El fracaso de las negociaciones de Jaume de Garrigans hizo que los templarios desconfiasen de él y le acusasen de traidor y de no saber negociar. Este cayó en desgracia, un triste final para una deserción anunciada. Esta circunstancia hizo que Garrigans, una noche, mientras hacía guardia en el castillo de Miravet, consiguiese huir con importantes documentos del archivo para enseñar al rey i, de paso, intentar ganarse el perdón de su anterior pasado templario. El rey no le escuchó, no se fió; a cambio, le aprisionó en Tortosa, con lo cual acabó totalmente olvidado y marginado; se perdió su rastro en 1309. La figura de Jaume de Garrigans no se valora justamente desde un principio, pues se ve como el malo de la historia.

A finales de verano de 1308 el rey decidió potenciar el sitio a los castillos donde aún residían los templarios, como Cantavella, Castellot o Villel, pero la moral y la pena de los sitiados hicieron el resto. El rey sabía que, al final, obtendría la vistoria, y no le importaba esperar el tiempo necesario; sabía que los castillos caerían uno a uno, hecho que jugaba a su favor. Concentraba sus esfuerzos en una fortaleza; cuando ésta cayera, iría a por otra, y así sucesivamente. A la caida de Castellot, a los templarios tan sólo les quedaban Miravet y Ascó en la Ribera d'Ebre y Monzón y Xalamera al Oeste.

Bernat de Llívia, que además de buen estratega era buen negociador, fue el encargado de los preparativos para intensificar el sitio en el castillo de Miravet: Los templarios estaban enfermos, sin agua y sin provisiones, y sabían que les quedaban muy pocas fortalezas en su poder.

Se formó una comisión negociadora dirigida por Ramon d'Oliver y Jaume d'Oluja, quienes, acompañados por Bernat de Llívia, se entrevistaron con Jaume II en Calatayud; allí le presentaron un documento, redactado por Ramon de Saguàrdia, en el cual figuraban unos puntos a tratar. El rey no aceptó todo el contenido del documento pero dejó entrever un cambio de actitud respecto a la manifestada hasta el momento. el rey se comprometió a pedir al Papa que los templarios fuesen tratados con misericordia en el proceso al cual se tuvieron que someter. aceptó que les fuera asignada una pensión segón el rango que tuvieran dentro de la orden i que, mientras se esperaba el juicio correspondiente, pudieran escoger el lugar de residencia desado. Tal vez, este cambio en la actitud del rey fuera debido a que sabía que los templarios no podían resistir mucho tiempo, que antes o después se tenían que rendir y que no era necesario irritar a una parte de la iglesia, si el sitio o las condiciones de rendición se endurecían demasiado.

A finales de noviembre, Berenguer de Santjust, Ramon d'Oliver y Jaume d'Oluja pensaba ya en rendirse. Pero Ramon de Saguàrdia aún conservaba una remota esperanza y se dirigió a la Santa Sede para informarla de que, con la rendición, el rey pretendía que los castillos y pertenencias templarias pasasen a la Corona. Ramon de Saguàrdia le comunicó que los templarios debían rendirsele a él y no al rey.

A principios de diciembre la suerte de los templarios ya estaba definida; el rey ya había aceptado algunos puntos de la rendición; el desánimo, las enfermedades y la actitud de rendición por parte de la mayoría de los templarios era definitiva. Ramon de Saguàrdia se dirigió al rey en una carta donde le pedía, entre otras cosas, que, por lo menos, respetase su honor. El rey le remitió una carta el 7 de diciembre desde Calatayud en la cual aceptaba la rendición y exponía que en todo “hemos hecho cumplir cuanto dice el Papa. Les trataremos benignamente”.

El día 12, Ramon de Saguàrdia puso fin a la resistencia templaria en Miravet y cedió el castillo a Bernat de Llíbia. Los oficiales del rey entraron en el castillo y detuvieron a los frailes , desarmándolos y registrándolos. El mismo día, los 22 templarios que se habían rendido fueron enviados a Tortosa donde, de momento, fueron encarcelados en el castillo de la Suda, quedando a disposición de Guillem de Ceret. Quedaron 6 personas en Miravet que no se rindieron.

Cuando los soldados entraron en el castillo se dirigieron a la Torre del Tesoro, donde se encontraba el archivo y documentos de la orden, así como dinero y otros objetos de valor histórico, como la lanza de Ramon Berenguer IV. Elaboraron una detallada relación de cuanto encontraron en la sala, con el fin de encontrar alguna pista que delatara los “abominables crímenes y faltas” por los cuales habían sido acusados.

En la madrugada del 14 de diciembre, Bernat de Llívia se dispuso a acabar con la resistencia de los 6 templarios que aún quedaban en el castillo. Ordenó colocar una escalera de madera en el patio de armas, delante de la estancia que abría al primer piso. Los soldados entraron sin resistencia y encontraron a Berenguer de Santjust y a sus dos sobrinos Ramon y Guillem; todos ellos fueron detenidos. Dentro de la iglesia románica, situada en la misma planta, delante del sobrio y austero altar tallado en piedra de una sola pieza, se encontraba Ramon de Saguàrdia, acompañado de dos de sus fieles ayudantes, Milà y Siscar, quienes no le abandonaron en estos momentos tan tristes. La detención de estos últimos prisioneros marcó el fin del sitio de Miravet.

sábado, 23 de abril de 2011

DEL HABITO, DE LA CRUZ Y DE CIERTAS OBLIGACIONES DE LOS CABALLEROS, FÁMULOS Y ARMÍGEROS DE LA ORDEN

web original del artículo.


El
hábito de los caballeros templarios era una túnica de lana blanca semejante a la de los antiguos cistercienses, según se ve por el cap. XX y siguientes de la regla; y más adelante por los años de 1146 el Papa Eugenio III aprobó que llevaran una cruz de paño rojo sobre sus capas blancas y también en sus estandartes.

Acerca la forma de la cruz de los templarios son varias las opiniones de los autores. Unos dicen que en un principio no llevaron cruz, y que la primera que usaron fue una patriarcal de grana, es decir, con dos travesaños, cosida en las capa sobre el hombro izquierdo; otros que era una cruz octágona, lo que tal vez provendría de haber confundido los templarios con los hospitalarios u orden de San Juan de Jerusalén o Malta, orden militar fundada por aquellos tiempos en la santa Ciudad, los cuales la llevaban verdaderamente octágona y blanca sobre el manto negro. Pero de todos modos, nosotros, respetando las opiniones expuestas, creemos con el señor Campomanes y muchos otros autores, que la cruz usada por los templarios, a lo menos en nuestra España, fue una cruz roja sencilla de paño de igual forma que la representada en la lámina, la que generalmente llevaron los cruzados; y acaba de obligarnos a pensar así, el verla de la misma manera figurada en algunos de los escudos de armas de los templarios que hemos examinado, y se conservan en edificios que les pertenecieron.

Acerca el color del hábito, suscitáronse en un principio terribles riñas y disputas entre los templarios y los caballeros teutónicos, otra orden militar fundada en Jerusalén después de aquella, y de los hospitalarios. Los teutónicos dieron en usar vestiduras blancas, de lo que se quejaron los templarios, y consiguieron de Inocencio III que prohibiese dicho uso a los teutónicos; pero no habiéndose esto verificado, el Patriarca de Jerusalén cortó la disputa, disponiendo que los templarios pusiesen sobre sus capas una cruz de paño encarnada, y los teutónicos la llevasen negra.

Los templarios y sus fámulos llevaban el pelo corto, lo mismo que las melenas y la barba, según resulta de los cap. XXVIII y XXIX de su regla.

Usaban camisa y calzoncillos que no debían quitarse ni para dormir. Ningún caballero podía tener más que tres caballos, a no ser con permiso especial del gran maestre, y un sólo armígero o criado para cuidar de sus armas. No podían usar pectorales, espuelas, frenos, estribos, ni cosa alguna de oro o plata, a no ser que les fuesen dadas de caridad. Tampoco les era permitido usar rostrillos ni lazos.

Sólo podían comer carne tres días a la semana, guardando abstinencia los lunes, miércoles y sábados. Solían comer de dos en dos en una mesa, aunque reunidos muchos en una misma pieza.

Cada templario dormía solo en su cama, que se componía de jergón, sábana y cobertor, no pudiendo faltar nunca luz en el dormitorio o pieza en que dormían los hermanos.

Les era privado tener llave en las maletas cuando se hallaban reunidos. Sin permiso del gran maestre no podían escribir ni recibir cartas. Debían tener obediencia perpetua al gran maestre o al que hacia sus veces, ejecutando sus mandatos sin tardanza y como si Dios lo mandara. No podían andar nunca solos, ni de noche. Les estaba privado cazar con ave.

Por el cap. LI de su regla era lícito a todos los caballeros profesos poseer tierras, casas, hombres y labradores, pudiendo gobernarlos por sí mismos; y por el LXVI se les permitía tener diezmos.

Los fámulos o sirvientes de los templarios debían usar vestidos negros o del color mas oscuro que fuese posible hallar en el país donde estuviesen, para distinguirse de los caballeros, como resulta del cap. XXI de sus estatutos.

En la misma religión podía haber hermanos y caballeros casados, cuyos bienes podía heredar la orden; pero a estos no les era permitido vivir en la misma casa con los que guardaban castidad.

sábado, 9 de abril de 2011

“El que es un soldado del Temple, es un soldado de Dios”

Artículo escrito por: Eva Castillo Carón


Así comienza el código de honor de los Templarios. . Tal vez sea este principio el que mejor define su realidad histórica. Desde su fundación en 1118, , “La Orden de los pobres caballeros de Cristo y del templo de Salomón “, así se llaman en realidad, ha estado salpicada de misterio, y sobre todo de poder. Esa fue la única razón para que los Templarios fueron perseguidos y exterminados por Felipe IV de Francia en 1315. Entre ambas fechas se extiende un largo camino al recorrerlo encontraremos nombres como Hugo de Payens, Godofredo de Saint-Omer, Robert de Craón, e incluso San Bernardo de Claraval.

Hugo de Payens, Godofredo de Saint-Omer, San Bernardo de Claraval.fueron tres nombres claves en la creación de la Orden.


Hugo de Payens, uno de los nueve caballeros fundadores de la orden, nació allá por 1080 y murió el 24 de mayo de 1136. Su lugar de origen es controvertido. Un acta encontrada en 1897 declara que nació en Mahun, en la comuna de Saint-Symphorien en Ardeche, cerca de Annonay. Desde muy joven, sintió vocación religiosa, pero a la vez, quería luchar en las cruzadas. Una vida dedicada a la contemplación en un claustro le resultaba tan poco atrayente, como la lucha en el campo de batalla sin devoción cristiana.

Lo ideal seria conseguir unir las dos sendas y de alguna manera conseguir que la lucha llevada a cabo en las cruzadas , por liberar Tierra Santa, fuera en si misma un acto de oración. Parece algo contradictoria, pero no olvidemos que las cruzadas fueron predicadas como actos de Fe, y que aquellos que morían en combate recibían el perdón de sus pecados y la vida eterna en premio a su sacrificio. Fue éste espíritu, el que motivó a Hugo de Payens a forjar la idea de crear una Orden Militar Religiosa, monjes a la vez que guerreros de la Fe. De hecho, no tardó en encontrar al menos ocho seguidores que compartían esos sentimientos y que además contaban con experiencia en las cruzadas.

El primero de los nuevos hermanos, fue Godofredo de Saint- Omer., quien junto con Hugo de Payens, guardaban a los peregrinos que visitaban Jerusalén, Así como los pozos de agua potable . Los dos caballeros compartían una misma montura y esta imagen llegó a ser tan popular en aquel tiempo, que dio lugar más tarde a un sello templario. Sin embargo, hay quien afirma que la imagen no representa el voto de pobreza que realizaban los templarios al ingresar en la Orden, sino un secreto que compartían dos caballeros.

El 25 de diciembre de 1119, Hugo de Payens y Godofredo de Saint-Omer, pronuncian sus votos ante el rey Balduino II de Jerusalén. Igual que los clérigos, ambos pronunciaron votos, de pobreza, castidad y obediencia. omprometiéndose igualmente a proteger, como hasta entonces, los caminos de la Ciudad Santa. El rey les otorgó un ala de su palacio situado en el recinto del antiguo Templo de Salomón, donde en otro tiempo estuvieron las caballerizas. A raíz de lo cual, adoptaron el nombre de : “ Orden de los pobres caballeros de Cristo y del Templo de Salomón”,

Los peregrinos se referían a ellos como “ Los caballeros del Templo “, y más tarde “ los Templarios “.Otros siete caballeros se unieron a la Orden del Templo, también pronunciaron sus votos. Entre ellos Hugo de Champagne, quien no pronunciaría sus votos definitivos hasta 1126, tras donar sus tierras a la abadía de Claraval En total fueron 9 los fundadores de la Orden.Entre 1126 y 1227, Hugo de Payens, Gondemare y André de Montbard viajan a Occidente llevando dos cartas del rey Balduino II, una para el Papa Honorio III, Otra para el Abad Bernardo de Claraval.En la segunda carta, el rey de Jerusalén, solicitaba al Abad de Claraval, que intercediera por los pobres caballeros ante el Papa para que se les concediera el poder formar una Orden Militar Religiosa conforme los requisitos de la Iglesia en aquel tiempo. Además los Templarios no tenían regla definida de vida, y eso podía ser un obstáculo para su reconocimiento oficial.

Gracias a San Bernardo, el Temple tuvo una regla d derivada del Cister, orden a la que pertenecía el Abad con 79 puntos entre los que se incluía la defensa de Tierra Santa del poder sarraceno, y la defensa de la Fe. Aborreciendo prácticas infieles, como la cetrería , la caza, o la sodomía. También del Cister tomaron los Templarios el color blanco de sus mantos,El 13 de enero 1128, se celebró el concilio de Troyes. Inspirado por San Bernardo, en el se aprueba la regla de la Orden. Además se precisa que “ Los Templarios “ únicamente obedecen a su Gran Maestre y al Papa.

“ La Orden de Los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón “, queda legalmente constituida ante la Iglesia.Hemos dicho al principio de la página que la Orden del Temple, estuvo desde un principio salpicada de misterio, y en efecto así es. Fueron famosos por guardar un secretismo absoluto sobre sus ritos. Lo cual hizo “volar” la imaginación de más de uno. Lo cierto es que los templarios parecían estar en posesión de un tipo especial de verdad, y aunque no fuera en sí misa maldita, ni diabólica, como se creyó en su momento, es aconsejable recibir una cierta preparación previa a su conocimiento, de ahí, probablemente es secreto hacia los profanos.



¿Habrá justicia editorial para Los Templarios?

Corte papal en Chinnon (Francia) S. XIV

Se mire como se mire, desde cualquier ángulo, el rumor que puede difundirse sobre alguien va a pesar más, a la hora de valorar sus actos, que ellos mismos. Por si faltaban ejemplos en la historia, tenemos ¿Cómo no? el caso de Los Caballeros Templarios, quiénes hoy por hoy, a pesar de haberse encontrado y publicado las cartas del Papa Clemente V exonerándolos de todas las acusaciones, siguien siendo muchos los autores que se "forran" a costa de aquel montaje histórico.



El "pergamino de Chinnon" descubierto en 2001 por por la investigadora Barbara Frale, revela la voluntad del Papa Clemente V, de exculpar a Los Templarios.

Creo, y de hecho éste es un artículo personal donde deseo exponer mis ideas más básicas, que dejando lo moral e inmoral de dicho asunto al juicio de quien tenga paciencia para leerme, no deberíamos de pasar por alto un mensaje infinitamente más importante; ¿Se sigue vendiendo fantasía a precio de información? Se que acudirá a la mente de muchos de mis lectores un sorprendente "respingo" que seguramente irá acompañado de una ingénua sonrisa, ante una pregunta que peca, por lo bajo, de ingenua, o tal vez, llegue a alcanzar un nivel más alto y se considere sólo el hecho de preguntar semejante cosa, que quién esto se plantea debe conocer muy poco la realidad de éste embarullado mundo actual. Este es el motivo principal de que se me haya ocurrido incluir una infantil reflexión sobre la realidad supuestamente histórica de La Orden del Temple.

Me gustaría que quienes lean éste blogg contesten a modo de breve comentario, si creen que La Orden va a vivir a partir de éste momento una justicia editorial, o permanecerá como elemento de discusión en habitaciones teñidas de claroscuro, y ahora que lo pienso ¿Qué tal se vende un libro rigurosamente histórico que aleje a Los Templarios de sus corredores ocultos, y sus ritos herejes? ¿USTEDES COMPRARÍAN ALGO ASÍ?

lunes, 7 de febrero de 2011

El Gran Maestre del Temple: sus poderes y su casa.



Hugo de Payens (imágen de la izquierda) fue el primer Gran Maestre, Jacques de Molay (imágen de la derecha) fue el último.

A partir de 1153 el maestre fue llamado “ Gran maestre por la gracia de Dios”. Sin embargo, firmaba sus cartas con la frase "Magíster Humilis."

Magíster Militiae Templi. El electo obligatoriamente debía de ser caballero y con frecuencia había desempeñado un cargo importante en Tierra Santa. Pero la “carrera” de los diversos maestres es prueba del eclecticismo de los criterios para la elección.

La autoridad que el maestre detenta y debe hacer respetar es real pero no absoluta, pues está limitada por las acciones del capitulo o del convento. “ Los hermanos del temple deben obedecer al maestre y éste debe obedecer al convento” precisa la regla. Sólo con la venia del capítulo y el voto mayoritario de sus miembros puede :

• Modificar o añadir un artículo a la regla.
• Enajenar o vender los bienes de la orden.
• Concluir un tratado.
• Disponer del tesoro.
• Nombrar los grandes comendadores de provincias.
• Aceptar una candidatura.
• Retirar el hábito o condenar a la pérdida de la casa.

En sus relaciones con los soberanos, el maestre del Temple detentaba el rango de príncipe y su casa debía estar a la altura de esa posición. Estaba compuesta por :

• Un capellán, hermano de la orden.
• Dos escuderos encargados de sus armas.
• Un secretario permanente, que a veces podía ser musulmán.
• Un turcópolo –musulmán convertido al cristianismo- conocedor del terreno y de las costumbres locales.
• Un cocinero.
• Dos criados y un mariscal herrero.

Dos caballeros lo escoltaban en todos sus desplazamientos y cabalgaban detrás de él.
En campaña, su tienda, que era redonda en recuerdo del Santo Sepulcro, se levantaba en medio del campamento con el Abusan ( estandarte ) plantado a la entrada.
El cetro de este “rey” era un bastón del tamaño de una toesa, que proyectaba hacia el cielo una espiral que llevaba grabada la cruz paté escarlata. Las raíces de este singular bastón de mago o ábaco se remontan a la fraternidad pitagórica.